DOMÉNICO
DOMÉNICO FOR EVER
Pasa el tiempo y los sentimientos perviven. Doménico sigue presente en
nuestro recuerdo y en nuestras emociones. En su honor va esta glosa, aunque a
su sencillez de gran amigo le gustara tanto estar en la sombra del halago. Va
por ti, amigo, a quien y con quien -como dijo un poeta de estas tierras- hemos
querido tantas cosas.
Allá por la segunda mitad de los ochenta conocí a Doménico en mi primera
visita a Guijuelo. Doménico, chico de pelo negro y de bigote bien esculpido,
entró en el restaurante y, con su don de
gentes y de hospitalidad, jovialmente saludaba a clientes y recién advenedizos,
como yo, incorporándonos a su relación de amigos. Muchas gracias, amigo, por
haber sido mi amigo y haberme dejado ser tu amigo. Recuerdo ese primer
encuentro como el primer fundamento de tantos encuentros, siempre de auténticas
vivencias compartidas. Yo era el extranjero que, acompañado de las
raíces de la tierra que le eran propias, iba a sentirme su amigo en las
andanzas. Desde entonces Guijuelo, con él,
era muchas cosas. Es posible que no tengamos vida tan larga para
acostumbrarnos a su ausencia.
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